viernes, 19 de junio de 2009

22. Un cuerpo imperfecto refleja a una pesona imperfecta


No admires lo que sos sino lo que podés llegar a ser. No se puede ser demasiado rico ni demasiado flaco. El dolor es temporal, la gloria es eterna. El hambre duele pero funciona. Los huesos definen quiénes somos realmente, dejá que se vean. Comé menos, pesá menos. Mi cuerpo es puro: es un pecado corromperlo con comida. Frases que llenaban mi página de poesía, de energía para seguir adelante. Inspiraba a las que creían que iban por mal camino y nos recordaba a quienes nos sentíamos triunfadoras que aún no habíamos ganado nada.
Ese es el tema con la anorexia: cuesta definir los límites y casi nunca las cosas salen como las planeaste. Pasé en tres meses de pesar cincuenta y cuatro a cuarenta y siete. Cuarenta y siete kilos para un metro sesenta y siete de altura: no era extremadamente flaca (bueno, algunos dirán que sí) pero sí era extremadamente inesperado para una persona que a los doce años pesaba sesenta y cuatro, es decir: casi veinte kilos más. No puedo explicar lo que sentía en ese momento, lo que sí puedo decir es que no podía compartirlo con nadie. Mis amigas habían dejado de serlo: no quería ver a nadie porque ya casi no podía disimular el cansancio en mis ojos, en mi cabeza, en mi piel, en todo mi cuerpo y espíritu. Aquellos cuarenta y siete kilos me pesaban una tonelada en la consciencia. Muchas personas se percataron de lo mucho que había adelgazado (a saber: diez kilos en tres meses) pero solo una tuvo el coraje de enfrentarme y adivinen quién fue.
“No me gustas tan flaca, me parece que te voy a partir si te toco”. Escuchar aquello de los labios de Alejandro me dio satisfacción. Me había roto toda la vida, desde que lo conocí pero en este momento se estaba dando cuenta de mi fragilidad. Mi delgadez estaba dándome frutos: estaba conscientizando a Alejandro. Era todo lo que quería ¡era más de lo que quería! Desafortunadamente que Alejandro me dijera eso no fue suficiente. Necesitaba más. Necesitaba verme los huesos de la cadera, los huesos en mi espalda, las costillas puntiagudas que me dolían al dormir. ¡Aquel dolor exquisito! Calambres en las piernas y el cerebro en remojo. Un cuerpo perfecto para una mujer perfecta. Y sin embargo aún no era feliz.
Comencé a jugar con mis límites: necesitaba desafiarme una vez más. Empecé a ayunar cada vez más seguido y junto con el ayuno llegaron el deterioro emocional y un mal funcionamiento social. Me acuciaba una depresión severa: me confundía sentirme contenta por no haber comido y a la vez extremadamente triste sin razón aparente. Ya no veía a mis amigas y mi buen humor había desaparecido por completo. Tenía problemas gastrointestinales, ansiedad, necesidad de dormir, mareos, terribles dolores de cabeza, problemas visuales (“todo me da vueltas” “no puedo leer”) y un frío escabroso. Aquello era lo que más detestaba: el frío. Así hicieran treinta y cuatro grados de calor yo necesitaba algo de lana para taparme: un pulóver, una bufanda. El frío de ana, la reina gélida. Yo misma me había convertido en una mujer triste, fría y superficial. En la universidad a la hora del almuerzo (entre recreos) miraba comer a mis compañeras y me invadía un deseo incontenible de reírme amargamente. Tenía a la vez ganas de comer pero disfrutaba inmensamente verlas devorar, incrustando sus dientes en sándwiches y chocolates. Las más vergonzosas decían que querían cuidarse y por eso comían una manzana. ¡Una manzana! Una manzana tiene más calorías de lo que yo comía en una semana. No podía comer una manzana, ni siquiera eso. Podía, tal vez, consumir un sobrecito de edulcorante por día (tres calorías) para no morirme. Además, tres calorías las quemaba caminando una cuadra.
Nunca fui muy buena en matemáticas y sin embargo, con Ana aprendí todas las cantidades que podía comer: cuántos vasos de jugo, cuántos de gaseosa light. Sabía las calorías de todos los alimentos que podía llegar a ingerir en algún momento de mi vida no-anoréxica y de muchos otros que ni siquiera existían en este país. Aún sé las calorías como si fueran el padre nuestro (mentira, el padre nuestro no lo sé).
Claro que muchas veces tenía mis momentos de flaqueza, entonces en un cuaderno hice anotaciones que más tarde formaron parte de mecomoami. Algo así como “diez claves para un ayuno exitoso”.
1. No le digas a nadie que estás ayunando
Ayunar está muy bueno pero todo el mundo se va a dar cuenta de que lo estás haciendo y no queremos eso, no queremos que todo el mundo sepa los beneficios del ayuno y que se copien ¿o si? El problema es que si hacés el ayuno la gente va a estar esperando que bajes de peso y si por alguna razón no podés hacerlo, te vas a sentir muy mal. En cambio, si no le decis a nadie que estás ayunando, cuando se vean los beneficios todos te van a halagar y a preguntar tu secreto. ¡Shhh! ¡No lo digas!!! Además, la gente va a pensar que estás loca porque no van a entender que pases días y días sin comer y que no le temas a las consecuencias (¿pero cómo alguien le puede temer a ser perfecta?).
¡Te vas a volver una fanática del ayuno! La gente va a tener miedo. Miedo, miedo, miedo, ¡eso es lo último que necesitas en tu camino para ser perfecta! Además, no le cuentes a la gente que estás ayunando así se convierte en tu pequeño secreto (no tan pequeño) ¡lo cual lo va a hacer mucho más interesante! ¿A quién no le gusta tener algo para contar y tener que guardárselo?
Tu ayuno es entre Ana y vos, nadie más tiene que saberlo. Y cuando estés tentada de romperlo acordate de cuanto Ana te ama y cómo quiere lo mejor para vos. Ella solo quiere que seas perfecta, le debes a ella todo tu respeto. Mirá la cara de Ana en esa galletita de chocolate que moris por comer. Pensá en cómo sacrifica ella todo su tiempo dedicándose a vos. ¡No se merece que corrompas tu cuerpo y le faltes el respeto!
2. Apagá el televisor
En todas las publicidades aparece COMIDA, comida = NO. O sea, apagá el televisor, además se supone que no tenés nada más en qué pensar. Ponete a leer un libro de calorías, empezá tu propio diario anoréxico en Internet... ALGO. ¡¡¡Algo que no tenga nada que ver con comida!!!
3. Háganse amigas
Obviamente es más fácil encontrarte con una amiga a charlar de pavadas que con Ana a plantearte cuál va a ser tu futuro. Y no queremos hacer siempre lo más fácil, ¿no? Además esas amigas siempre te dicen que estás muy flaca y casi te obligan a comer las medialunas que compró esa madre GORDA que tienen. Y la madre-gorda te hace pensar en que JAMÁS querés parecerte a ella... pero las medialunas están todavía ahí y vos hace dos días que no comes nada. Acordate que estás débil y no podés hacer ejercicios sin desmayarte a los quince minutos, así que esas 160 calorías son espantosas porque no las vas a quemar ¡VAS A ROMPER EL AYUNO! Yo que vos me quedo con Ana solita en mi casa, donde no te tiente el diablo. Ana es SIEMPRE la mejor compañía.
4. Date un banquete con lo que Ana dice
Imaginate todas esas horas que gastas leyendo el diario o viendo televisión o escuchando radio. Ahora, durante tu ayuno, vas a tener que SATURARTE DE ANA. Todo va a tener que estar relacionado con ella.¡Cuidado! Quizás puedas desarrollar una mente abierta, una mente nueva y vas a empezar a pensar diferente. Ahora estás llena de energía, no necesitas la comida. La palabra de Ana te alimenta lo suficiente como para sobrevivir. ¡Date cuenta, podrías vivir sin comer y nada sería malo! ¡Serías pura y perfecta!
5. Meditá
La mente humana es genial. Uno puede convencerse de cualquier cosa últimamente. Y así como aquella vez te convencieron de que una medialuna tenía 10 calorías cuando en realidad tiene 160, uno cree lo que QUIERE creer. Así que meditá y CREETE que no necesitas otra cosa que a Ana en tu vida. Que podés ser independiente Y NO NECESITAS comida. Es cierto, creetelo. El hombre es un animal de costumbres.
Te vas a sentir tan poderosa... meditá mientras los otros comen, mientras corrompen su cuerpo, mientras ensucian sus intestinos. ¿Cuánto hace que no vas al baño? ¿Viste que podrías vivir sin baño?
6. Salí a caminar sola
Nubes, la brisa en la cara, flores, árboles, sol, luna y estrellas. Esas son las cosas que Ana te muestra para ayudarte a entender que la vida es hermosa sin comida, que el sol sigue ahí aunque no comas: para ayudarte a entender que las cosas imprescindibles se quedan, LO INNECESARIO SE VA (como la grasa y la comida y todo lo demás q no necesitamos).
7. Tomate un recreo, fumate un cigarrillo
Fumate un cigarrillo, calmá esa ansiedad. Sin interrupciones. Andá a un lugar donde nadie te moleste. El cigarrillo no es bueno pero peor es una hamburguesa.
8. Quedate quieta
Muchos de tus sueños y palabras no tienen sentido, eso van a decirte. Así que mantenete cerca de Ana, ella te va a guiar en el camino. No te ensucies la boca con palabras insignificantes. No des explicaciones de por qué estás ayunando. Nadie merece esas explicaciones, vos forjas tu propio destino y sabés que no estás sola. Así que quedate quieta, Ana y miles de otras chicas están ayunando al mismo tiempo que vos. Y solamente las más valientes, las que no tengan miedo, las que no sucumban ante la sensación y aquellas que se queden quietas, tranquilas y no se ensucien la mente con palabras insignificantes serán las sobrevivientes.
9. No sucumbas ante la tentación
Esa porción de torta no va a hacerte más feliz y en cambio ser perfecta sí. Imaginate, son dos minutos comiendo torta y la vida pagando las consecuencias; o no comer nada y ser perfecta y agradecerle a Ana toda la vida por haberte ayudado a resistir la tentación. Pensalo, es fácil. Durante elayuno vas a estar rodeada de comida: amigos, familiares, novio, todos van a querer alimentarte "estás muy flaca", te van a decir. Y QUE EQUIVOCADOS ESTÁN! No existe "muy flaca", no-existe. No se puede ser demasiado rico ni demasiado flaco. Corré el riesgo, ¡tené hambre! explora el vacío de tu estómago, sentí tus costillas... ¡te falta tan poco para ser perfecta!
10. Dormí
Aprovechá, porque vas a estar cansada por no comer. Eso quiere decir que estás llegando a la perfección; el cansancio es la respuesta a todo ese esfuerzo que estás haciendo. Vas a ser cada vez más hermosa, cada vez más parecida a Ana, la perfecta. Vas a ser una diosa y todos van a envidiarte... todos van a querer estar con vos y vas a estar tan orgullosa de lo que sos que no vas a querer compartir con nadie el secreto. El secreto es que Ana te llevó a donde estás y no la querés compartir con nadie. Porque nadie más la merece en su vida. Lo hiciste. Llegaste, ayunaste.
Lo bueno de mi página era que llamaba a la solidaridad. Así, mis mejores amigas de ese momento eran quienes me ayudaban a mantenerme en forma. Muchas veces jugabamos competencias: a ver quién podía adelgazar más kilos en determinada cantidad de días. No me era muy difícil ganar, porque siempre fui muy obstinada. Podía pasar días y días sin comer: el problema no era mi voluntad o mi autocontrol, el problema eran mis viejos. Ellos eran la única razón por la que podía parar. Cuando veía que mamá me ponía muchas caras o la escuchaba llorar con mi papá, empezaba a comer de nuevo y perdía las competencias. Por eso solo bajé diez kilos, por eso pesaba cuarenta y siete y no treinta y ocho: por mis viejos, por mi ser consciente del mal que les estaba haciendo. Siempre que llegaba a ese límite volvía a la vida, a comer, a sufrir comiendo.
En mecomo además de grupos había testimonios que me enviaban chicas anoréxicas contando quiénes eran, qué hacían, de dónde eran, por qué eran anoréxicas y que sentían al respecto. Todas ellas me agradecían fervientemente que existiese mecomo y con ella la posibilidad de expresarse. En algún momento, además de los testimonios, abrí un “concurso” para escribir cuentos y publicarlos en mi página. Yo había escrito un par de cuentos y sorpresivamente muchas otras chicas también escribieron para mecomoami. Fue maravilloso saber que mi personaje, Lágrima, tenía tanto alcance.
Muchos de los emails que recibía se habían vuelto casi fanáticos: me decían que yo era su ídolo y que querían parecerse a mí y que tenían mis fotos en sus computadoras y billeteras. Todo aquello era la gloria para mí: siempre había sido una persona rechazada, en este momento miles de chicas conocían mi nombre (bueno, seudonimo), me adoraban y querían parecerse a mí. Era la gloria y sin embargo no tenía gusto a nada. En todo caso, el gusto se evaporaría tempranamente cuando surgiera otra gurú de la anorexia o cuando alguna periodista española intentara derrocarme, sin éxito.
De: malena ortelli
Asunto: ¿Qué estás diciendo?

Me he quedado asustadísima después de leer lo que has escrito animando a chicas a que sean anoréxicas. No tiene ninguna gracia lo que dices de vivir del aire. Sé lo que es ser anoréxica y, créeme, no es nada agradable ingresar en una planta de psiquiatría, ser entubada por la nariz porque te niegas a comer y permanecer así semanas y semanas hasta que llega un momento en el que el médico ve que ya eres capaz de tomarte una mísera naranja. En ese momento la pelas, la despellejas poco a poco intentando que sólo entre en tu estómago su jugo. Al final, no consigues salir de la anorexia porque ya tocaste fondo hace tiempo y nada ni nadie puede salvarte. Tus huesos se debilitan, tus parámetros sanguíneos son lamentables y tan sólo te queda una muerte lenta y agonizante haciendo sufrir a todos los seres queridos que te rodean y que no paran de preguntarse ¿qué hicimos mal? ¿por qué no pudimos evitarlo? Destrozas tu vida y la del resto.
Es muy triste no saborear la vida, ser incapaz de compartir una buena cena rodeada de amigos saboreando cada bocado que el plato, y la vida, te da. Si mis palabras no te han servido de nada, por lo menos permite que gente joven que todavía no ha tocado fondo, pueda escapar del vómito y abrazar una vida llena de colores. NO SIGAS ESCRIBIENDO MENSAJES ENVENENADOS, POR FAVOR.
Gracias.
Malena

De: Lagrima Japonesa
Para: Malena Ortelli
Asunto: RE: ¿Qué estás haciendo?

Mirá Macarena...
Yo estudio periodismo y si algo aprendí es que no se puede censurar a la gente. Yo odio la droga, la detesto, pero respeto a la gente que se droga. Mientras no me molesten a mí... no me interesa lo que hagan. Por otro lado, yo no estoy incentivando a las chicas a perder peso ni a seguir ningún estilo de vida, solamente estoy diciendo que nosotras tenemos derechos como cualquier otra persona y que NO pueden obligarnos a hacer nada si ya tomamos una dirección, un curso de acción en la vida.
Me molesto en contestarte porque tu email fue bastante respetuoso. Pero en todo caso el único mail envenenado acá es el tuyo, yo no estoy envenenada. Yo cada día soy más perfecta y cada día estoy más feliz.
Sinceramente,
Lagrima
De: Malena Ortelli
Para: Lagrima Japonesa
Asunto: re: ¿qué estás diciendo?

Lagrima,
Yo también he estudiado Periodismo y mi actitud no es de censura. Si me quedara callada, si no intentara abrir los ojos a la gente que me rodea y se equivoca (sea un drogadicto, un alcohólico o una anoréxica), si veo injusticias a mi alrededor y, simplemente, por el mero hecho de que a mí no me afectan directamente, me quedara callada, sería una egoísta y sólo podría calificarme de inhumana.
Entiendo que tú ya hayas alcanzado un grado en tu enfermedad en el que, lamentablemente, nada ni nadie te puede hacer despertar de la pesadilla en la que te hallas sumida. Pero no me puedo quedar callada al ver cómo os animáis las unas a las otras hacia el camino de la autodestrucción. Porque, desgraciadamente, tus palabras llegan a mucha gente, a muchas chicas que todavía no tiene forjada una personalidad madura y pueden hacerles mucho daño, pueden hacerles caer.
Poniendo tu ejemplo del drogadicto, igual que me parece abominable que un drogodependiente persuada a otras personas a meterse un tiro de coca, del mismo modo considero lamentable que alguien que se está muriendo por no comer, anime a otras personas a seguir el mismo camino. Porque el final, sea un drogadicto o una anoréxica, es el mismo: la muerte.

Malena
De: Lagrima
Para: Malena Ortelli
Lamentablemente o gracias a dios, no sabés de lo que estás hablando. Es muy difícil saber qué es lo que vivo cuando en realidad no estás al lado mío y lo único que lees son las cosas que escribo. En fin, tendré que darle explicaciones de lo que hago a quien realmente las merezca.
Me parece estúpido que presupongas que yo estoy incentivando a chicas a que sean anoréxicas, me parece tonto lo que estás diciendo. Es decir, no porque seas partidaria de algo tenés que estarle haciendo propaganda inevitablemente. Por ejemplo, tengo un amigo que se droga y no está haciéndole propaganda: "hey, fumen porro que está re copado". No es ESO lo que estoy haciendo.
Lo que yo quiero hacer es que la sociedad acepte a este pedacito de sociedad, a esta minoría que somos nosotras: las que hemos elegido un estilo de vida diferente al del común de la gente. Y gracias a dios tenemos la posibilidad de elegir todavía. Podemos elegir qué comer y qué no comer. Podemos elegir alejarnos de la gente que come asquerosamente y engorda y después se lamenta diciendo que está gorda. Me parece estúpido que estés haciendo una campaña en contra de Ana, aún sin saber lo que es.
Con estos emails no vamos a llegar a ningún lado. Y yo estoy siendo una estúpida porque me re enganché con esto y seguramente solo me estés sacando información para una revista, un periódico, una radio o un informativo. De todas maneras mi Orgullo Anoréxico y yo te pedimos que desistas. No quieras hundirnos porque vamos a elevarnos de nuevo, como el ave fenix. Vamos a resurgir de las cenizas y seremos cada vez más fuertes.
Estoy segura de que ya entendiste que yo no estoy promoviendo el estilo de vida. Solamente estoy apoyando a aquellas que YA lo eligieron y que se sienten solas. Sin los grupos, sin las páginas, las chicas se sentirían muy solas. Estamos acompañadas ahora. Somos conscientes de lo que hacemos y así como yo no te obligo a no comer, dejanos en paz y no promuevas que nos obliguen a comer.
Lagrima
De: Malena Ortelli
Para: Lagrima
Asunto: RE: :)

Querida Lagrima,

No te preocupes, aunque te parezca mentira, no estoy tratando de sacar información para ningún reportaje, tan sólo te escribí espontáneamente porque me pareció muy duro lo que decías. Sé que soy una ilusa, porque es muy difícil conseguir cambiar a un enfermo psiquiátrico cuando ya ha llegado a un punto demasiado obsesivo. No lo conseguí con mi madre y sé que no lo voy a conseguir contigo.
Lo peor de vuestra situación es que no os consideráis enfermos. Tú misma ves tu enfermedad como un estilo de vida. Igual que un terrorista no ve sus asesinatos como un crimen, sino como un medio de acercarse más a Alá.
No sé cómo estará tu amigo drogadicto. No sé si simplemente se fuma unos porros o si verdaderamente tiene un problema. Pero en el caso de que esté verdaderamente enganchado, él al menos tendrá una muerte rápida: un ataque al corazón repentino o un derrame cerebral. No se enterará.

Desgraciadamente, a vosotras las anoréxicas no os ocurrirá. Vuestra muerte es lenta, muy degenerativa, consumiéndoos poco a poco en la cama sin poder levantaros, sin fuerzas y con dolor.
No sé si tienes familia y amigos (amigos de verdad, no anoréxicas), pero créeme cuando te digo que si los tienes no sabes hasta qué punto les estás haciendo sufrir. Es horrible querer a alguien y no saber cómo ayudarle. Es una impotencia tan grande que no se la deseo a nadie.
En fin, ya no te molesto más. Simplemente quiero terminar diciéndote que si alguna vez te sientes confusa y desolada, aquí tienes a alguien con quien hablar, aunque no te diga lo que quieres oír.

Suerte,
Malena
De: Lagrima
Para: Malena Ortelli
Asunto: RE: :)
Me resulta un tanto gracioso que compares a un terrorista que mata a millones de personas con una anoréxica que intenta salvarse. Realmente no tienen NADA que ver. De todas maneras, no nos vamos a poner de acuerdo. Y te recuerdo que NO somos pacientes psiquiatricas, estamos cada una en su casa, contentas de cómo somos. Si no estuviéramos orgullosas de lo que somos estaríamos encerradas en algún lugar llorando por los rincones. Yo no ando por la calle con insignias pro-anorexia. No demando atención, la gente que me quiere sabe de mis elecciones y las respetan. De todas maneras te agradezco la gentileza de prestarme el oído.
Ojalá algún día entienda cómo pensás... lo que no me queda claro es la comparación anorexia-terrorismo... ¡es increíble cómo puede imaginar la mente de un periodista! No, en serio. Lo que te quiero explicar, no para que te quedes tranquila por mí, sino por todas las chicas que están conmigo, es que yo no estoy enferma. Yo peso 50 kilos. Eso no puede considerarse anoréxico en desde ningún punto de vista. El peso más bajo que tuve fue 47 y el peso que quiero tener ahora es 45 nada no-saludable. Yo no me quiero morir de anorexia, el día que quiera morirme me voy a tirar de un 10mo piso. La anorexia es una manera de enfrentar mis problemas y de controlar mi vida que estuvo muy descontrolada hasta que llegó Ana.
Hasta siempre,
Lagrima
De: Malena Ortelli
Para: Lagrima
Asunto: re:re: :)

No sabes lo que me alegra lo que dices, ¡eso significa que todavía estás a tiempo de dejar esa locura del "Ana" como tú lo llamas! ¿Tú sabes cómo te puedes quedar con 45 kilos? A no ser que midas 1,50 m, ese peso es de extrema delgadez!

Lo único que te pediría es que antes de que empieces con tu campaña hacia la muerte, te pases por la planta de psiquiatría de cualquier hospital y hables con las anoréxicas allí ingresadas, con sus familiares y con los médicos que las atienden. Y veas el verdadero significado de ese "estilo de vida" que consideras tan divertido y respetable.
Por como escribes, pareces una chica muy inteligente y es una pena que lo eches todo por la borda...
Malena

¿A favor de Malena o de Lágrima? Qué difícil decisión; digo, para mí, hoy por hoy. Entiendo a Lágrima y me da pena Malena desde su impotencia. Yo sí pesaba 47 kilogramos y no quería de ninguna manera pesar 50, pero eso no lo sabía esta periodista. Desafortunadamente yo tampoco sabía que me estaba descarrilando y que aquel tren no tenía frenos.

21. Me como a mi


Estoy enojada. Estoy completamente desorbitada y no entiendo las razones por las cuales no puedo hacer lo que quiero hacer. Yo tengo buenas razones para hacer lo que hago, pero las personas que se oponen no pueden darme razones suficientes para que crea que lo que argumentan es válido.
Estoy hablando concretamente del tema de mi ayuno, o de mi restricción de calorías que ahora se convirtió en ayuno por diez días, si Dios quiere. Y eso es lo que me molesta. Tengo que encomendar mi deseo de ayunar a un Dios que no existe, porque solo si “él” quiere mis padres van a dejar de molestarme y de preguntarme qué comí, que dejé de comer y por qué tengo aliento a estómago vacío. ¡NO ME INTERESA! Y a ellos tampoco les tendría que interesar. Yo no ando por la vida diciéndole a la gente que coma o que deje de comer. Simplemente cada uno es libre de hacer lo que quiera con su estomago, con sus glándulas salivales, con sus vómitos y con su ingesta de calorías. Yo no estoy molestando a nadie, no estoy invadiendo propiedad privada, no estoy evadiendo impuestos, ni robando, ni matando ni nada parecido. Solamente estoy tratando de cumplir mi cometido. ¿Cuál? Un simple ayuno de diez días. ¿Por qué quiero hacerlo? Porque me hace sentir bien, porque tengo ganas, porque me aburro, porque si. Suficiente. ¿Por qué no puedo hacerlo como quiero? Porque mis padres se molestan al ver que no como, porque toda mi familia se convierte en una lagrima japonesa cuando ayuno, porque mi mamá es la reina del melodrama y porque mi papá me amenaza con que se va a morir del corazón por la tristeza que le causo. ¿Es que acaso soy tan fuerte? ¿Tanto poder tengo? Y si no quieren sentirse mal entonces que me dejen hacer lo que quiero por diez días y cuando vean que después de cumplir mi meta sigo sana e incluso feliz por haberlo hecho, se van a sentir mejor y todo va a volver a la normalidad.
No tengo miedo de morirme, pero no es eso lo que busco. No quiero que la gente me amenace y se olvide de lo que soy capaz. Sé que no me tiembla la mano a la hora de pegarme un tiro y mis palabras a veces pueden ser tiroteos en contra de alguien: pueden doler mucho más que una cachetada y durar mucho más en la consciencia. Entonces, no quiero ser mala, irónica, no quiero sentirme culpable, no quiero tener que cargar con las penas de los demás por una causa que NO MERECE LA PENA. Literalmente, esta causa (mi ayuno) no tiene conexión con la palabra PENA, no merece la pena, no la vale.
La anorexia y los grupos me hicieron conocer a decenas de chicas increíbles con las que me contacté muy bien y que las llevo dentro de mis recuerdos más preciados. Muchas de ellas llegaron a ser más amigas que mis amigas de la vida… incluso aun sin conocerlas personalmente. Eso es porque compartimos los mismos intereses, compartimos problemas, nos apoyamos, nos SOPORTAMOS, NOS BANCAMOS. No dejamos que nos pisoteen y creemos que tenemos que luchar por NUESTROS DERECHOS. Solo porque una persona dijo que las anoréxicas eran enfermas eso no quiere decir que todas nosotras lo estemos. Por supuesto, si en algún momento alguna de las chicas pesa 32 Kg. y se ve GORDA, la voy a mandar al psicólogo para que se trate. Pero si alguien como yo, que pesa 54 quiere pesar 45 no veo cuál sea el problema. Quiero verme bien, tengo las herramientas para hacerlo ¿Por qué esconderme debajo de la piel y debajo de la grasa? ¿Si puedo alcanzar mi meta, si puedo alcanzar mi GOL, por qué no hacerlo? Estoy poniendo en esto más empeño de lo que le puse alguna vez a cualquier cosa en mi vida. Siento que luchar por mis derechos es UN DERECHO. Siento que si no lo hago yo no lo va a hacer nadie más. Porque todas pensamos igual pero muchas están escondidas detrás del miedo, de la vergüenza o de las críticas ajenas de personas que creen saber más de anorexia solo por estudiar de un librito que alguien escribió hace cientos de años.
¿Quién puede saber más de anorexia que nosotras, las propias anoréxicas? Aseguro que ningún medio, medico, psicólogo o psiquiatra. ¿Quién puede saber más de cáncer que una persona que lo sufre? ¿Quien puede saber más de amor a los hijos que una persona que es madre? ¿Quien puede saber lo que es el amor si nunca lo sintió? ¿Qué clase de médicos puede entender lo que las anoréxicas sentimos y vivimos si nunca fue anoréxico? Yo puedo estudiar el comportamiento de las aves y sin embargo nunca voy a saber como se siente volar. Cursi pero cierto, no hay palabras de más en mi discurso.
Me siento mareada y el hambre se me fue. No tengo sueño pero estoy muy cansada. La anorexia es así: te lleva, te trae, te atrapa, te deja ir. Te ilusiona, te ampara, te ilumina, te destruye. Estoy preparada para jugar; que empiece la partida.
Lagrima

Lo trascripto anteriormente es una de las tantas cartas de protesta que se podían encontrar en mi página pro-anorexia. A continuación explicaré qué es una página pro-anorexia, pero antes quiero explicar por qué hablo en pasado. Para alojar una página se necesita un servidor de Internet y al parecer no había muchos dispuestas a soportarnos (muy bien, aquello sonaba mejor en inglés). “Support” en inglés no es soportar en castellano, tiene un sentido mucho más amplio: es APOYAR. Yo apoyo estas causas, pero Yahoo y cientos de otros servidores no. Es por eso que al menos dos veces al mes, mecomoami desaparecía de la red y aquello acarreaba una avalancha de emails que dejaban, cual nieve, mi casilla completa e inaccesible. Emails de chicas preguntándome por qué había sacado la mejor página pro-anorexia que existía, otras quejándose y regañándome porque “ya no sabía qué hacer sin mecomoami”, otras tantas agrediéndome y diciéndome que “menos mal que te sacaron la página, enferma”. Muy bien, no puedo agradarle a todo el mundo. Simplemente me contentaba con hacer feliz a tres mil chicas por mes (sí, así de concurrida era). Pasados dos años y después de subir muchísimas veces la página en diferentes servidores, terminaron por agotarme provisoriamente. La voy a volver a subir en algún momento, no me van a ganar un par de mediocres cibernautas.

Respecto de qué es una página pro-anorexia; bueno, creo que el nombre todo lo dice. Así como hay páginas anti-algo, esta era mi oportunidad de enterar al mundo de que hay maneras diferentes de ver las cosas, que no todo es tan absoluto y que los límites nunca están bien delineados. Todo depende de todo: hermosa obviedad, aunque muchos la evaden o la olvidan. Lo que para algunos es fantástico no lo fue tanto para otros. Y tener mecomoami en mis manos y saberme ayudando a miles de chicas para mí era algo positivo; probablemente para otros no tanto, pero por eso digo que todo depende de cómo se lo mire. Miles de chicas no podían estarse equivocando, no. Lagrima y mecomoami hacían bien: a su manera.
Una página a favor de la anorexia, eso era mecomoami. Tan simple como eso, tan complejo al mismo tiempo. Sus creencias básicas son (porque sigue siendo, en mi computadora, aunque no en la red por ahora) que cada uno puede hacer de su vida lo que desee siempre y cuando no moleste a otros (y esa molestia sea justificada) y mientras no atente contra su propia vida. A entender: podés dejar de comer, pero con límites (no estamos buscando la muerte, sino la perfección o el bienestar). Perfección es una palabra demasiado grande, aunque muchas veces la haya pronunciado con una lejana liviandad; tan fuerte es que no conocemos su significado en bruto. Nunca vimos a alguien perfecto, nunca conocimos una pareja perfecta, no vivimos jamás en un mundo perfecto, nunca nada salió perfectamente. Somos ignorantes de aquello que es perfecto: el cometido de mecomoami era ese, que cada uno creara su propia perfección. Así, lo que para mí era perfecto quizás no lo era tanto para otra chica, pero aún así era válido.
Ya con los límites esclarecidos (las dos leyes: no molestar y no morir en el intento) se puede caminar con más libertad en el camino en busca de la perfección entendida como uno quiera. Quizás piensen que estoy completamente desquiciada pero el fin último de mecomo era avisar, reunir y ayudar. Tres objetivos claros: pero siempre hay quien malentiende las cosas.
Pronto empecé a dar consejos y a inventar normas que funcionaban para mí. Las chicas que leían mi página me agradecían todos los días con emails la información y contención que habían obtenido. Obviamente la finalidad de mi página no es formar nuevas anoréxicas sino que las anoréxicas ya constituidas obtengan el respecto que se merecen y encuentren en mecomoami un grupo de gente que está pasando por lo mismo. Siempre es más fácil sobrellevar los problemas al ser escuchados por personas que también lo sufren. No es lo mismo hablarle a alguien que no sabe qué estás sintiendo; es difícil que alguien entienda el nivel de locura que trae el hambre consigo, lo mucho que nos cuesta levantarnos o las escasas ganas de vivir que nos provoca.
Por supuesto sabía que lo que estaba haciendo no era del todo aceptado por la sociedad entonces en la portada de la página tenía datos explicativos: informaba a las personas acerca del contenido de mecomo y de cómo podía llegar a arruinar sus vidas si hacían un mal uso de la información contenida.

Bienvenidos a Me Como A Mí: este es un sitio a favor de los desórdenes alimenticios. Esto quiere decir que consideramos a la anorexia, la bulimia y la auto-mutilación (entre otros) como estilos de vida. A favor del respeto y los desordenes alimenticios. Información y ayuda: wannabes go home.

Página de bienvenida
Este es un sitio pro-anorexia. Si tenés menos de 18 años no entres sin el consentimiento de un mayor. Yo no voy a ser responsable de la enfermedad ni las decisiones de nadie.
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¿Por qué ser Pro-ana? Ser pro ana es un DERECHO, porque tenemos derecho a elegir. Tenemos que hacernos valer, porque nadie puede obligarnos a hacer algo que no queremos. Si la gente quiere ponerse a dieta, lo hacen... nadie les dice nada. ¿Por qué nosotras tenemos que ser criticadas? ¡Solamente estamos tratando de sentirnos bien! Estamos tratando de ser lo más puras posible... y también vamos a hacer lo IMPOSIBLE. La anorexia no es para todos, así que va a haber gente que no nos va a entender. Pero nos vamos a hacer cada vez más fuertes. En esta página no vas a encontrar consejos de cómo vomitar, ni cómo hacer para que se te pase el hambre, porque una verdadera anoréxica no necesita consejos para dejar de comer, pero a veces quizás sí necesite que alguien le recuerde quién es. Para eso está este sitio.

Mi gran error fue quizás no haberme dado cuenta a tiempo de que no todas las chicas tienen la posibilidad de “dejar de ser” (anoréxica). Yo siempre tuve los límites claros y las dos leyes en la cabeza: no iba a morirme de esto y no iba a hacer morir a otros. Lamentablemente el número de muertes a causa de una anorexia incontrolable van en aumento. Las cifras son espeluznantes:
· Los ED afectan a 70 millones de personas en el mundo de los cuales un millón son hombres
· Por lo menos 50.000 personas morirán por causa de un ED
· Es estimado que actualmente un 11% de los estudiantes de secundaria tengan un desorden alimenticio.
· La revista Time reportó que el 80% de los chicos estuvieron en una dieta antes de entrar en 4to grado.
· El 15% de las chicas jóvenes tienen tendencia a los desórdenes alimenticios.
· Las dietas y las industrias relacionadas con la dieta representan 50 billones de dólares
· 81% de los jóvenes de 10 años tienen miedo de ser gordos. el 51% de chicos de 9 y diez años se sienten mejor consigo mismos si están a dieta.
· El promedio en la mujer es 1.64m es 64kgs. El promedio de una modelo es 1.80m y 53kgs.
· Si los maniquíes de hoy en día fueran mujeres reales, no tendrían menstruación.
· El 91% de las mujeres encuestadas en una universidad intentaron controlar su peso mediante una dieta. 22% hizo dieta muy seguido o regularmente.
· El 15% de los que están a dieta regularmente se encaminan hacia una dieta patológica. De esos, un 20-25% llegan a tener un desorden alimenticio.
· La mortalidad en la anorexia es más alta que cualquier otro desorden mental. De hecho es la causa número uno de muerte en las mujeres jóvenes. Solo el 50% se recupera.
· 0.5% - 3.7% de las mujeres sufren de Anorexia Nerviosa en su vida.
· 1.1 - 4.2% de las mujeres sufren de Bulimia Nerviosa.
· 2 - 5% de la población americana sufre de Binge Eating Disorder (Comedor Compulsivo)
· 10 - 25% de aquellas personas luchando contra la anorexia mueren como resultado del desorden alimenticio.
· La bulimia se suele dar en atletas tales como gimnastas, bailarinas, jinetes, jugadores de football y corredores.
· De acuerdo con un estudio reciente, más de la mitad de las mujeres entre 18 y 25 años prefieren ser pisadas por un camión antes de ser gordas, y 2/3 de las encuestadas preferirían ser malas o estúpidas.
· El 42% de las nenas entre 1er y 3er grado quiere ser más flacas
¿Parece gracioso? No es broma, son encuestas ciertas que recopilé de diarios y páginas de universidades. Es terrible. Una mujer prefiere ser mala o estúpida en lugar de ser gorda. Sí, increíble: a ese punto hemos llegado. Y no quiero culpar exclusivamente a los medios pero se llevan una gran porción de la tarta de culpas. Una tarta sin gusto, sin colorantes y sin azúcar.
Todos estos datos están en mi página, con esto quiero decir que no es algo irreal sino que voy en busca de la información, de la conscientización. Y sin embargo, el fanatismo siempre pudo conmigo. Me obsesiono fácilmente con metas y con las personas. Ana para mí dejó de ser simplemente una enfermedad. De enfermedad pasó a ser un estilo de vida y de allí mutó en mi diosa, en mi aspiración final.

¿Quién es Ana?
Ana puede significar muchas cosas para personas diferentes. Acá voy a intentar dar mi punto de vista, mi opinión. No hay verdades con Ana así como no hay verdades absolutas con Dios. Y justamente, los comparo porque para mí tienen mucho que ver.
Yo creía en Dios cuando era chica, pero de a poco me fui dando cuenta de que Dios era solamente algo que utiliza la gente que se conforta, gente llena de mediocridad, que no quiere luchar. "Que sea lo que dios quiera". Y si Dios no quiere, mala suerte.
Yo soy una luchadora, no me da lo mismo lo que pase en mi vida. Quiero que me pase lo mejor que me pueda pasar. Por eso no puedo encomendar mi vida a un Dios que NO existe (por lo menos para mí). Pero si puedo dejarme ayudar por la gracia divina de mi dios personal, que se llama Ana.
Entonces Ana para mí es mi diosa, mi diosa todopoderosa que me ayuda a ser cada vez más perfecta. Ana me castiga y me insulta solo cuando me castigo y me insulto yo misma. Si Ana ve que estoy siendo justa con mi persona entonces me recompensa.
Eso es Ana. Puede ser tu amiga, tu diosa, tu novio, tu madre, tu vida. Ana es todo resumido en una sola fuerza todopoderosa. Ana quiere lo mejor para vos, quiere que seas perfecta. Encomendate entonces en la fuerza todo poderosa de Ana, dejá que ella inunde tu vida con plegarias en contra de la comida. Dejá que la diosa de la perfección te ayude a conseguirla.

No la traiciones
Todos sabemos que es muy difícil entrar en su reino y ser aceptados, pero tenemos que intentar ser lo más perfectos que podamos ser. ¿Por qué me reconforto siendo un 7 si puedo ser un 10?. Yo merezco ser un DIEZ, yo tengo todas las capacidades, todas las herramientas para ser un diez y me estoy desperdiciando. Bueno, para eso está Ana. Ella no va a dejar que te desperdicies como persona, que te sientes sobre tus capacidades y las aplastes con tu culo y cuerpo gordos. Queremos lo mejor para vos, Ana siente que ella es lo mejor para vos. Y tiene razón.
Cuando dejes de comer te vas a dar cuenta de todos los beneficios y vas a arrepentirte por haber comido desde toda tu existencia, convirtiéndote cada vez en un ser menos y menos digno del amor de Ana y del amor de todo el mundo que la acompaña. Ese mundo cristalino y glorioso.

No comas
Diferenciate de todo el mundo. Todo el mundo come, es algo normal, algo que puede hacer cualquiera: desde el médico hasta el que barre la vereda en la calle. Pero vos sos algo más que esas personas. Vos podés aguantar el hambre. Vos no necesitás nada más que tu propia piel y aroma de pureza, no necesitas la comida, no necesitas a nadie. Podés vivir de vos misma... no querés que nadie se te acerque y corrompa el estado divino en donde estás.
Ya que Ana te alcanzó, no la dejes ir. ANA es sagrada y si te eligió es porque sabe que vos sos especial, que tenés más habilidades que todos los demás en este mundo de hipócritas.
Recordá que todos pueden comer, pero que se requiere una fuerza superior para dejar de comer y para resistir la profana tentación.

¿Qué es la anorexia?
Es un desorden alimenticio o un estilo de vida, según se lo quiera ver, o según se lo viva. Depende. Bueno, vayamos a lo que dicen los libros.
Anorexia es un desorden alimenticio en el cual una persona intencionalmente pasa hambre o restringe la comida que come aunque se siente hambriento, porque quiere llegar a llegar a algún peso en especial o quiere mantener el peso que es menor de lo considerado "normal". La persona se verá gorda aunque muchas de las chicas están en bajo peso, por debajo de la línea de lo normal o incluso desnutridas.
La anorexia usualmente comienza como una dieta para perder algunos pocos kilos, aunque la persona ya es flaca. Una persona con Anorexia puede no ver que está en un problema en su comportamiento. La dieta se convierte en obsesión y la persona puede desarrollar rituales con la comida tales como cortar en partes muy chicas o pesar la comida antes de comerla. La anorexia hace trucos en la mente y se convierte más y más controladora en cuanto el tiempo pasa. Los chicos de muestran signos de perfeccionismo tienen más predisposición a tener anorexia.
Un comportamiento de purga también puede ser síntoma de anorexia. Por ejemplo alguien que pasa días y semanas sin comer y después come de todo y busca un método de compensación como tomar muchos laxantes o vomitar. La persona se siente muy culpable por haber comido y por eso acude a los métodos compensatorios. Otros métodos son: cortarse y ver correr la sangre, golpearse contra las paredes, tirarse del pelo, etc. Las anoréxicas tienden a tener una baja autoestima y la imagen distorsionadas de ellas mismas. Sienten que no valen nada y que no tienen esperanzas.

Síntomas

1 Pensamientos obsesivos sobre el peso, la forma del cuerpo y la ingesta de calorías
2 Comportamiento de purga: vómitos autoinducidos, abuso de laxantes o diuréticos o exceso de ejercicio.
3 Sentimientos de extrema culpa o vergüenza. Estos sentimientos rondan siempre el área de la comida y del peso o de la forma del cuerpo o la cantidad de calorías consumidas
4 Constante consulta con la balanza, comportamientos al estilo de rituales como pesarse tres veces por día.
5 Sentirse gorda o verse gorda aun cuando está desnutrida
6 Las anoréxicas ven la grasa que no existe porque tienen una visión distorsionada de su propio cuerpo
7 Amenorrea: perdida del periodo menstrual
8 Escapar a las comidas aunque estén hambrientas, restringir calorías aunque se estén muriendo de hambre
9 Las anoréxicas se niegan la comida porque creen que las hará gordas
10 Crecimiento de un cabello fino en todas las partes del cuerpo (pelo de bebé). Esto lo hace el cuerpo para protegerse del frío constante por la falta de calor en el cuerpo (que lo traen las calorías de la comida).
11 Intolerancia al frío
12 Fatiga y desmayos, acompañados de sentimiento de "estoy perdida"
13 Irregularidades en el corazón
14 Irregularidades causadas por la malnutrición
15 Contracturas y calambres en los músculos
16 Tendencia a aislarse: el aislamiento es una de las características más vistas en las anoréxicas. Tienden a alejarse de la familia y los amigos por miedo a ser alimentadas.
17 Comportamiento extraño con la comida: cortarla en pequeños trozos o esconderla y luego tirarla
18 empujar la comida a los lados del plato para que parezca que comió más
19 El abuso prolongado de estos comportamientos puede causar infertilidad (consecuencia de la amenorrea).
20 Dolores en el pecho, cabeza y garganta.

Así de glamoroso es ser anoréxico. Todo esto y mucho más por la escabrosa suma de: no comer nunca más. Siempre creí que tenía todo controlado. Hablaba como si supiera desde hacía muchísimo tiempo lo que me estaba pasando. Lo cierto es que era novata pero mi hambre de información me había enterado de muchísimas cosas que necesitaba transmitirle a mis colegas (es decir, al resto del mundo que sufría hambre y visitaba mi página.
Cuando digo “resto del mundo” no estoy exagerando: recibía emails desde Estados Unidos (mayormente), España, México, Perú, Australia, Nueva Zelanda, Alemania y obviamente Argentina. En España y Estados Unidos los medios ya estaban revoloteados con este tema: cuando creé mecomoami estaban en pleno auge. Por eso la mayoría de las páginas españolas y americanas habían desaparecido: acudían a mecomoami como si no hubiera otra opción, ansiosas por ser escuchadas y con suerte comprendidas.
A su vez, creé un grupo donde las visitantes de mecomoami podían intercambiar mensajes entre ellas. El grupo, con el mismo nombre que la página, también tuvo que ser trasladado varias veces porque Yahoo seguía cerrándome las puertas de su reino en el ciberespacio. Al parecer, no les gustaba la princesa que era.
Princesa: así les llaman en España a las anoréxicas. Lo supe meses después de haber creado mecomoami. Irónicamente en aquella época solía salir a la calle con una corona de strass… una macabra coincidencia. Yo era una princesa, sí. Eso sentía: era delicada, inteligente y frágil. Demasiado quizás. A veces hasta me olvidaba de las dos leyes que yo misma había inventado. Les aconsejaba a las chicas que me pedían ayuda que comieran más de lo que yo comía: necesitaba sentirme fuerte, pero no lo estaba. Era débil, estaba muriéndome.
Pronto la universidad se volvió nula y lo único que quería era irme a vivir sola a un departamento para poder verlo a Alejandro. Mi vida era esa: llegar de la UCA, decir que ya había comido, encerrarme en mi habitación, leer emails de anoréxicas desperdigadas por el mundo, darles consejos online, charlar con algunas e irme a dormir sin cenar, ni estudiar, ni hablar con mis padres. Intentaba evitarlos más de lo que intentaba no comer. No quería hacerles mal, no quería que se dieran cuenta de que me estaba haciendo mal. Por supuesto, en aquel momento no entendía la magnitud de mis problemas; ni siquiera entendía a la anorexia como un problema, lo cual acrecentaba el riesgo de una pena eterna. Si seguía adelgazando iban a poder enterrarme dentro de una caja de fósforos. De diez fósforos.

20. Mentiras de marmol


9 de octubre de 2003
Hace mucho que no hablo con Alejandro. Lo sorprendente es que en vez de sentirme triste me siento más libre. De pronto veo muy claro y la vida se me hace más fácil. Entiendo ahora que las trabas me las ponía yo, que no existían realmente. Me sorprendo queriendo hacer cosas, queriendo estar bien. Cuando está soy habitante de un pueblo fantasma, rodeada de un paisaje turbio y seducida por las vías de un tren que me invitan a dormir sobre ellas.
Alejandro desapareció por dos semanas y fue tiempo suficiente para respirar nuevos aires. Conocer a Tomás me ayudó bastante a diferenciar nuestros intereses. Que amor, sexo, amistad y ternura no son lo mismo y que algunos conceptos se rechazan entre sí, son incompatibles. Hoy busco otro tipo de relación, porque la que yo anhelo no funciona, al menos por ahora. Pero no me doy por vencida y quiero seguir luchando por el hombre que amo y no me ama.
Supongo que este tiempo me lo está concediendo porque le asusta mi estado y no quiere hacerse cargo del porcentaje de responsabilidad que le corresponde. Donde antes había enfermedad, pasión y locura ahora hay esperanza y paz. No me doy por vencida, pero Ale me da un espacio para rever la historia desde otro ángulo, apartada del mundo. Y me veo destrozada, profundamente herida, enclaustrada sintiéndome libre pero sabiéndome esclava.
¿Importa saber cuál es el límite? Yo no lo reconozco, pero mi mente hace un “clic” que indica peligro: “o paras ahora o el suicidio es inminente”. Y ese clic es orgánico, yo no lo elijo; lo hace mi cuerpo por instinto (de conservación, claro).
***

Todo en mí me daba signos de inestabilidad, de odio supremo hacia mí misma. Aunque estaba en paz, necesitaba algo de acción. Y no quiero decir que busque los problemas, es algo que yace más allá del límite entre lo moral e inmoral, lo bueno o destructivo para uno. Va más allá de un límite, de cualquiera de ellos. Cuando no estaba con Alejandro me sentía en paz, pero en todo caso las plantas también son pacíficas y libres ¿verdad? Era más bien un vegetal sincronizado con un horario universitario, que reía más de lo que se le pedía solo por no preocupar a terceros. Era una maldita planta, un mentiroso y sucio vegetal.
No me alcanzó con haber tenido que mentir toda mi temprana adolescencia con Alejandro y nuestros encuentros, sino que parecía hasta a propósito que tuviese que seguir con esas conductas de preescolar. Claro, él me había enseñado a mentir como si fuese un arte: me instruyó entusiasta y delicadamente. Casi sin saberlo, era una perfecta mentirosa. Una maldita mitómana.

14 de octubre de 2003
Créase o no y en contra de todas las posibilidades, me estoy por encontrar con Alejandro. ¡No puedo creer lo nerviosa que estoy! Pienso que este va a ser un encuentro desertado porque va a ser un café, unos pocos minutos y no creo que más. Me siento fea e hinchada a pesar de que hace varios días que no como nada (corrección: ayer comí una papa frita). No sé cuáles serán sus expectativas conmigo hoy, pero las mías son nulas. A su casa no voy a ir, porque vive con Romina y Ulises, pero al menos quiero verlo unos minutos antes de morirme, porque me estoy dejando morir. No por dejar de comer, sino porque mi alma es nula: se me fue.
Estoy cansada y débil. Por primera vez no tengo ganas de hacer el amor con él (a menos que antes tome un jugo de naranjas o un café). Mi vida es una balada para un ciego: porque hay que estar ciego para no darse cuenta de que me estoy haciendo muy mal: estoy a punto de cometer un crimen en contra de mi alma.
Estoy loca porque me autodestruyo, el instinto de conservación lo perdí hace años. Quiero morirme y verlo a Alejandro es la manera más dolorosa de desaparecer. Me duele todo y estoy débil pero quiero verlo aunque sea por última vez.
Alejandro ya no ocupa ese lugar exasperante que ocupaba antes, aunque tal vez después de este encuentro vuelva a dormir su fantasma entre mis sábanas. Por lo pronto, me propongo hoy desterrarlo de mi vida por lo menos hasta que me mude y viva sola y sea libre de ingerir la dosis de cianuro que crea necesaria. Incluso puedo hacerlo pasar como un accidente y que nadie sufra pensando en que me quité la vida desgarrada por mi desgracia. Nada de dejar cartas delegando culpas. Me muero yo y todos los demás deben continuar con sus privilegiadas vidas.
***

No se si es necesario aclararlo pero en aquella época sufría una intolerable distorsión visual y, en consecuencia, mental. Las actividades que a la gente le divertían, a mí me resultaban exasperantes y la falta de comida me había vuelto una persona inescrupulosa y gruñona.
Poco tiempo después de haber empezado a vomitar y de haber intentado llamar la atención de Alejandro sin ninguna señal de éxito, me propuse entonces un nuevo desafío. Siempre siguiendo la línea de lo que creo que es lógico me dije: “si como y vomito me hago mal, quizás lo mejor sea dejar de comer del todo”. No me costó demasiado empezar a vivir en un mundo sostenido por las mentiras: ahora no solo de la mano de mi amor obsesivo, sino también de un hambre compulsivo que escondía con recelo. Mis trucos eran bastante obvios: cuando en casa era la hora de la cena, siempre decía que me iba a cenar a la casa de una amiga. Cuando llegaba allá, comentaba que había cenado en casa. La gente es fácilmente engañable cuando sos una persona que genera confianza: y eso era yo, la gente confiaba en mí con los ojos cerrados.
Soy una mujer espontánea y no dudo en decir la verdad si es que mi vida no depende de ello: en cuanto a Alejandro y a la comida (casi un tiro por elevación) tenían mucho que ver con mi vida, debí aprender a ser la peor de las víboras, la más ondulada, la que poseía el veneno mortal. Si me pisaban, si me mordían, si intentaban embestirme no iba a dudar en defenderme con el peor de los ataques jamás vistos.
Dejé de comer. Y no quiero decir que comía poco: simplemente dejé de comer. Tomaba agua como si aquello fuese a calentarme el alma o a reactivar mis neuronas: era la persona más hidratada y descerebrada que había conocido jamás. Y no digo descerebrada de forma despectiva: quiero decir que cuando estás muriendo de hambre (y no es una metáfora) el cerebro no funciona correctamente. La sangre irrigada se destina a los órganos que la necesitan vital y prioritariamente: como mi corazón tenía que seguir latiendo, la sangre que antes corría en mi cerebro, ahora se focalizaba en mi corazón, lo cual me dejaba tonta y con arritmia.
Pensamientos lentos, visión nublada, respuestas tardías: eso era. La mujer más hermosa que conocía, pero también la que tenía el peor aliento, la que no podía compartir ni un desayuno, ni un almuerzo, ni una gaseosa, ni una cena, ni un caramelito con nadie. Yo era esa y estaba orgullosa de serlo. Es decir, no me arrepiento de haber sido eso y la mayoría de las noches pienso en mi cama con los ojos cerrados: ¿dónde estás Cielo? ¿Qué fue de vos? A veces quiero volver, quiero ser hermosa y tener pocos pensamientos inteligentes, pero de aquella triste selección salían las mejores ideas. Eran pocas, pero brillantes y casi todas dirigidas a mi propia destrucción.
Me odié profundamente toda esa etapa de mi vida y me odio ahora al compararme, al verme tan lejos (un sentido de responsabilidad me sorprende ahora ¿qué pensarán mis padres cuando lean esto?). Me odiaba no por mi comportamiento sino porque no había podido ser así antes: no había podido dejar de comer, no había podido ser una arpía, no había sabido mentir y afirmar con miradas gélidas que “estaba bien” y que “no necesitaba ayuda” antes. Ahora podía dejar de comer, podía mentir sin límites, podía manipular a la gente y manipular verdades hasta convertirlas en mentiras de mármol, costosas pero irrompibles.
Mi imagen personal estaba cambiando asimismo estaba cambiando lo que transmitía al resto de los mortales (porque en el fondo yo sabía de mi mortalidad). Cielo dulce y espontánea estaba muriendo y en cambio una escultura de hielo daba directivas y mutaba de escultura a rama caduca de un ex árbol frondoso. Me estaba consumiendo, lo sabía y no podía dejar de disfrutarlo. Si no me amaba entonces iba a morirme: y me iba a morir hermosa, inteligente y con el cuerpo perfecto. La perfección era mi fin y en mi enfermedad la entendía como alcanzable; cada kilo menos era un paso más hacia mi ansiada meta. Cada kilo de más un recordatorio del cerdo que había sido todos esos años, del odio hacia mi misma: de la repugnancia.
Seguí concurriendo a la universidad y de pronto me volví más exigente que nunca: necesitaba ser la mejor aunque lejos estaba de serlo (la falta de comida provocaba que me quedase dormida en cualquier lado). Mis amigas empezaron a sospechar cuando reiteradamente les decía que había comido “¡muchísimo!” y que estaba satisfecha cuando al mismo tiempo estaba blanca como una nube y lucía ojeras del color del carbón. Cuando uno es anoréxico piensa que es inteligente y que los demás son todos tontos, o despistados, o que no se interesan por uno y por eso se presupone que cualquier tonta excusa es válida.
Lo que uno no sabe es que los diagnósticos están hechos porque hay comportamientos que se repiten, porque la enfermedad no es única (aunque creas que como te tocó a vos no le va a tocar a nadie). Son comportamientos seriados, no le pasa a cientos de chicos y chicas, les pasa a miles en todo el mundo. De todas maneras te sabés (sí, ¡¡sabés!!) la persona más inteligente jamás nacida y con tanto ego como para darle clases de filosofía a Sartre. Así me sentía, así lo recuerdo.
Las cosas en casa estaban más que muy complicadas (ahí lo tienen, Alejandro de nuevo) y aún no sabían ni el cinco por ciento de lo que me estaba ocurriendo. Mamá siempre fue muy perceptiva conmigo y entiendo que quizás percibió algo fuera de lo normal en mis comportamientos (sobretodo por mi personalidad irritable en niveles insospechados). Mi relación con mi familia estaba volviéndose nula y superficial: nunca sabían si yo estaba triste o contenta o con hambre o molesta o si lo había visto a Alejandro. Simplemente les decía que tenía mucho para estudiar o que prefería quedarme a dormir en la casa de alguna de mis amigas. Pronto las peleas con Mamá se fueron dando menos espaciadamente y llegó un momento donde decidí que quería morirme, que no iba a soportar sus planteos (no porque no quisiera sino porque seriamente NO podía soportarlos). Yo estaba demasiado sensible y débil como para cruzar dos palabras inteligentes sin agresiones, así que la mayoría de las veces terminábamos llorando las dos o yo llorando y mamá gritándome: “¡en esta casa no se puede vivir!” o Mamá llorando y yo regodeándome en mi demencia.
Era el infierno. No es una metáfora, nuevamente: estoy hablando en serio. Era peor que estar muerta, deseaba con todas mis ganas (con las pocas que me quedaban, al menos) estar muerta, enterrada, para siempre. ¿Por qué estaba todo tan mal? Aun les ocultaba que lo veía a Alejandro y que había dejado de comer y que lloraba todas las noches y que me quería morir.

Por aquella época Papá tuvo un infarto y seriamente no pude dejar de sentirme culpable. Y si en algún momento hubo alguna chance de no hacerlo, Mamá se encargó de recordármelo a cada hora, a cada minuto, en cada oportunidad. Jamás me dijo: “Papá tuvo un infarto por tu culpa”, pero sus resoplos y sus frase al mejor estilo: “en esta casa no se puede vivir, ¿por qué no nos morimos todos?” y los clásicos “me estás matando” eran prácticamente lo mismo que echarme en cara la posible muerte de mi padre.
Todo salió bien: la obra social cubrió todos los gastos de lo que fue una operación exitosa; pero el infarto de papá nunca dejó de ser un recordatorio para mí (no debía excederme, me recordaba los límites y lo cerca que había estado de la muerte). A partir del infarto de mi papá, las cosas cambiaron diametralmente: la universidad ya no me importaba tanto y no estaba dispuesta a seguir abandonada por Alejandro; no podía soportarlo. La noche en que internaron a Papá hice un solo llamado, escondida como una rata en una sala de espera: lo llamé a él. Me dijo que contara con él para cualquier cosa que necesite (sí, claro) y que lo mantuviese al tanto acerca de la salud de mi viejo. Muy bien, era todo lo que necesitaba oír, ahora podía dormir tranquila. Alejandro siempre me salvó de los momentos de zozobra y ansiedad: dos minutos al teléfono y me siento capaz de seguir viviendo.
El infarto de Papá nos ayudó a tomar consciencia del ambiente que se respiraba en nuestra casa, que pronto pasé a llamar “la casa de mis viejos”. Sentía que viviendo ahí iba a deberles la vida todos los días. Empecé a pensar en la posibilidad de alquilar un departamento en capital el año siguiente. Lo conversé con mis padres que de buenas a primeras gritaron rotundos NO. Sabía que podía convencerlos: es decir, si les mentía todos los días acerca de la comida y todavía no se habían percatado, más fácil iba a resultarme persuadirlos de que vivir cerca de la universidad era mejor para mí y para sus bolsillos.
Lo cierto es que de lo único que quería estar cerca era de Alejandro, ese era uno de los motivos por el cual necesitaba imperiosamente vivir sola. El otro motivo, quizás tan fuerte como el primero, era que quería morirme de hambre (había decidido morirme de hambre) y viviendo sola nadie iba a controlar cuántas calorías ingería por día. Era un plan perfecto, destinado a fracasar, claro. Pero como dije antes: cuando sos Cielo y anoréxica y caprichosa, nada parece tan imposible y estás dispuesta a cualquier cosa y repito: cualquier cosa para lograr tu cometido.
Pronto la anorexia se había convertido en un culto para mí. Decidí meterme en Internet a buscar información acerca del monstruo que estaba consumiéndome, que en aquel momento más parecía una princesa esquelética pero hermosa y dispuesta a hacerme perfecta.
Ana, así le llamaban las anoréxicas a su diosa; y Ana se convirtió en pocas semanas en el objeto de mi devoción. Puede decirse que tuve dos amores obsesivos: Alejandro y Ana. Con la diferencia de que no estaba dispuesta a dejar a Ana si Alejandro me lo pedía, pero sí viceversa.
Me convertí en una comedora compulsiva de libros: era lo único que masticaba y de lo que me alimentaba. Estaba hambrienta de información: recorrí librerías buscando libros insólitos que figuraban en Internet pero que no parecían estar en ninguna librería argentina. Pronto tenía la casilla de emails repleta de mensajes de otras chicas anoréxicas intercambiándonos consejos y brindándonos apoyo en nuestro progresivo camino a la muerte (a quien confundíamos con “perfección”).
Una vez que hube recolectado lo que yo suponía era una cantidad generosa de información, decidí ocupar mi tiempo libre construyendo una página web con toda la información que me hubiera gustado encontrar fácilmente y que me había costado. Era un portal al que cualquier persona podía acceder, pero que solo quienes sufrían o elegían o disfrutaban de un trastorno de la alimentación podían entender. Y digo sufrían o elegían o buscaban, porque había personas tan diferentes allí dentro que era fácil perderse en los consejos vanos. Estaban aquellas que querían ser anoréxicas y visitaban mi página para recoger consejos, otras que me adoraban como si fuera yo ANA en persona y muchas otras que simplemente estaban de acuerdo con lo que escribía y me apoyaban y agradecían la información y la contención. Me había convertido en un líder de opinión y recibía decenas de emails por día: había creado una nueva personalidad que dejaba a Clara14 y a Cielo en un costado oscuro y polvoriento. Había nacido Lágrima, un gurú anoréxico que intentaba no ahogarse en su desdicha y predicaba al mundo que la anorexia no era un desorden alimentario sino un estilo de vida.

19. Insuficientemente flaca para llamar tu atencion


5 de septiembre de 2003
No pienso llamarlo más. Ahora va a entender lo que es el abandono y aunque no tenga reemplazo, supongo que no va a tardar en aparecer algún idiota que me saque de la cabeza al amor de mi vida, al hombre que voy a desear toda mi vida. Hace mucho que no lo veo, supongo que por su mudanza a Monte Grande con Romina y Ulises. Nunca me llamó desde que se mudó, así que presupongo que la está pasando genial, lo cual no me gusta ni un poco.
Yo estoy horrible. Estoy muy triste y mi vida no tiene sentido: voy a la facultad y me encierro en la cápsula malvada (mi casa), eso es todo lo que hago. Y ahora decidí no llamar más a Alejandro para ver cuánto tarda en darse cuenta de mi desaparición terrenal. ¿Se dará cuenta en algún momento de que sigo existiendo? Espero que sea antes de mi suicidio.

12 de septiembre de 2003
¡Qué bajo cayó mi imagen de Alejandro! Me abandonó justo en el momento cuando más lo necesito. Siento que la bulimia me consume, siento que es más que la comida lo que abandona mi cuerpo cada vez que vomito. Estoy vomitando pedazos de alma. Pero está bien, tengo que seguir con mi vida. No sé si lo voy a ver de nuevo ahora que se mudó, tendrá otras mujeres que le quedarán más cómodas, de hecho. Todo bien, todo bien.
***

Nunca pude contra mi imaginación. Por las noches Alejandro venía a mi cabeza y vivíamos vidas diferentes entre sueños. Por la mañana la realidad era casi irreconocible, indefinible; siempre me cuesta varios minutos entender que todo fue un sueño, que la realidad (el aquí y ahora) es completamente diferente. Decenas de veces me desperté buscando al lado mío a un Alejandro con quien compartía cama en mis sueños. Sí, debo admitir que mi imaginación es más que muy poderosa. Ahí lo tienen, esa es una frase suya “más que muy”. Eso lo dice todo el tiempo; soy una fotocopia malhecha del hombre que pienso es ideal.
Si yo pudiera vivir en el mundo que he creado en mi cabeza, sería reina y dueña de todos. Porque en mi imaginación Alejandro me ama, me conserva como a un tesoro: no quiere perderme. En mis sueños me cuida, me hace el amor con ternura, me acaricia hasta que me duermo. En mis sueños. Allí soy hermosa e inteligente, nadie puede ganarme; no hay límites ni barreras: todo lo puedo. Omnipotente, en mis sueños lo soy.
Y cuando algún sueño se asemeja muy acabadamente a la realidad pienso que debo llevarlo a cabo. Como lo que sucedió aquella tarde oscura de septiembre. Había soñado un reencuentro: Alejandro estaba tomando clases en la facultad de la calle 9 de julio y yo llegaba de improviso. Él tomaba el turno tarde donde hay menos alumnos que a la mañana así que no fue difícil dar con él. Estaba sentado prolijamente, con sus anteojos mirando atentamente al pizarrón mientras un profesor explicaba no sé qué fórmula matemática. Golpeé el vidrio de la ventana: me miró sorprendido. Dudó… y luego una sonrisa. Le leí los labios: “esperame”. Así que me senté en una silla en el pasillo y lo esperé hasta que terminó la clase. Me agradeció la visita inesperada y a continuación cenamos y dormimos juntos. Un reencuentro más que maravilloso.
Muy bien, esa es mi imaginación. A continuación lo que sucedió realmente, en un mundo donde no hay coincidencias y las circunstancias no ayudan… pero donde te podes llevar muchas sorpresas, algunas de ellas bastante gratas.
Estaba decidida a que mi sueño se convirtiera en vivencia (porque así lo sentí, porque fue más vívido que la vida). Después de clases, me hospedé en la casa de Pilar donde siempre era (y sigo siendo) bienvenida. Pilar es una de las personas más buenas que conocí en mi vida. No solamente es buena amiga sino que también es buena cómplice, es excelente escuchando, guardando secretos, es divertida; esto todo lo que me gustaría que la gente piense que yo soy. Es un verdadero pilar.
Una vez en su casa, le conté acerca de mi sueño y me dijo que estaba dispuesta a acompañarme, que incluso podía llegar a ser divertido. Las clases de Alejandro terminaban a las diez, así que nueve y media tomamos un taxi y nos dirigimos a la esquina más emblemática de mi vida: nueve de julio e independencia. Una vez en frente del enorme edificio (que aquel día era más gigante que nunca) me atemoricé y quise echarme atrás. Pilar me dijo que no había problemas, que para entrar teníamos que decir que éramos alumnas del turno tarde; que iban a dejarnos pasar. Con el corazón latiéndome exageradamente entré en aquella universidad que en nada se parecía a la mía. Un espíritu santísimo quiso que Pilar estuviera aquella noche conmigo, porque yo me hubiera perdido sin pensarlo dos veces en medio segundo. Tengo buen sentido de la orientación, pero era demasiada la carga que sentía: mi vida tenía que superar el éxtasis de mi sueño (era una meta casi imposible).
Pregunté a un alumno que vagaba por los pasillos dónde quedaba el aula donde se cursaba segundo año de la carrera de contaduría. El alumno sonrió con malicia unos segundos antes de decirme: “no es que cada piso tiene su carrera. En cada una de las aulas se dicta una materia diferente.. ¿qué materia estás buscando?”. Bingo. De ninguna manera podía saber qué materia estaba cursando Alejandro ese día a esa hora. Me quería dar por rendida pero Pilar me entusiasmó y aconsejó que lo llamase por teléfono. Nos dirigimos al baño donde no había mucho ruido para poder llamarlo a su celular. Apagado, el celular estaba apagado, era la muerte de aquella tonta esperanza de superar mis sueños con un poco de realidad. “seguramente lo tiene apagado porque está en clases; llamalo a las diez que seguramente lo prende antes de irse”. ¡Buena idea, Pilar!
A continuación caminamos un poco más mientras yo me fijaba por las ventanas, aula por aula, si reconocía su rostro cansado y estudioso. Por supuesto, no lo encontré. Estábamos ya cansadísimas cuando Pilar sugirió que fuésemos a tomar un café o una gaseosa hasta que se hicieran las diez de la noche, hora en que nos encontraríamos probablemente con el celular de Alejandro prendido. Bárbaro, íbamos a tomar algo pero ¿a dónde? “Ahí hay un chico sentado, preguntale dónde hay un bar”- me dijo Pilar. ¡Ni loca! Pensé que quizás era compañero de Alejandro y por nada del mundo quería hacer el ridículo aquella noche (es decir, más ridícula no podía ser, pero en fin…). Finalmente, Pilar tomó coraje.
- Disculpame, no sabés dónde hay un lugar para tomar algo?
- este es el tercer piso, en el sexto hay un bar donde se come bastante bien
A continuación le agradecí al muchacho que nos había ayudado. Pronto noté que no tenía cuadernos ni lapiceras en sus manos, entonces me atreví a hacer algunas preguntas:
-¿Vos estudias acá?
- Sí… bah… “estudio”
- ¿Qué carrera?
- Comercialización. ¿Vos qué estudias?
- Periodismo, pero en otra universidad.
- ¿Y qué hacés acá?
- Buscando a mi…
- …
- No sé, a mi probable futuro o ex novio.
- Bueno, podés ir al bar o sentarte acá al lado mío y contarme.
Mi estado de desesperación era lo suficientemente obvio como para que un estudiante de 23 años de comercialización se diera cuenta. Con la mirada le pregunté a Pilar qué quería hacer y me contestó de la misma manera que estaba bien quedarse con aquel muchacho.
Se llamaba Tomás y tenía 23 años. Era muy bonito, con rasgos suaves, de pelo morocho, ojos algo verdosos y piel blanca. Su voz tenía el color de la confianza, que me hacía abrir la boca y escupir mis miserias. Me contó que estaba fuera del aula porque se había aburrido. Me pareció muy divertido pero ya eran las diez de la noche y mi plan estaba zozobrando. Me disculpé con Tomás y me deseó suerte con Alejandro (ya le había contado prácticamente toda la historia mientras Pilar papaba moscas y él me escuchaba con atención). Me preguntó si podía tener mi teléfono o mi dirección de correo electrónico. Tomás me había caído muy bien así que le dije que anotara mi correo electrónico en su teléfono. Cuando me mostró su celular, que era el mismo que tenía Alejandro, de repente se me hizo tarde. Le dije mi correo electrónico mientras caminaba yéndome al baño nuevamente para llamar a Alejandro desde allí. Me agradeció y me dijo que iba a escribirme. Nunca pensé que lo fuera a hacer… y tampoco me importaba demasiado ¡¡Alejandro se estaba escapando de mis planes!!
Entré en el baño, las piernas me temblaban, también las manos. Marqué su número, Pilar me apoyó con una palmadita. Iba a ser el mejor reencuentro del mundo, el mejor de mi historia y de la suya. Es decir, el plan original (encontrármelo de improviso) había fracasado pero aún quedaba el que pensaba ejecutar a continuación. Lo llamé y todavía conservaba el teléfono apagado. Quería desaparecer de aquella universidad; empecé a plantearme hipótesis que no había tenido en cuenta hasta ese momento: ¿y si Alejandro no había asistido a clases? ¿y si hubiera dejado la facultad ahora que vivía en monte grande y ya no la tenía a cinco minutos de su casa? ¡¿Cómo no lo había pensado antes?! Me envolvió un estado de nervios capciosos del que Pilar no logró sacarme con éxito. Me instó a que lo llamase una vez más y sino, me dijo, nos iríamos a su casa a hacer como si nada hubiera pasado.
Junté lo poco que me quedaba de coraje (eso sí tenía, de lo que no tenía ni medio gramo era orgullo) y marqué nuevamente su número. ¡Tono de llamada! Atendió.
-Hola Ale
-Cielo?
- sí, cómo estás?
- bien
-dónde estás?
- saliendo de la facultad
-ah! Yo estoy en la facultad
- ah
- en tu facultad!
- qué hacés ahí? Me hubieras llamado antes y te saludaba…
- vine a buscar unos papeles para el hermano de pilar.. ¿qué? ¿dónde estás ahora?
- en el estacionamiento, buscando el auto.
- ahh… no querés que vayamos a tomar algo?
- no estás con Pilar?
- sí… qué tiene?
- ok, te paso a buscar en tres minutos. Esperame en la puerta de la facultad.

¡Muy bien! Estaba saliendo bien. Es cierto, Alejandro no se mostraba muy entusiasmado por la increíble (muy in-creíble) casualidad de haber estado los dos juntos al mismo tiempo (y “sin saberlo”) en la universidad. No se mostraba ni entusiasmado, ni contento, ni nada. Lo suyo era el arte del mármol: tendría que haber sido escultor. Frío y silencioso esperaba dentro de su auto: un Golf gris. Pilar quiso irse a su casa, pero necesitaba su presencia, pilar era mi sostén, valga la redundancia.
Entramos las dos en el auto de Alejandro: yo me senté a su lado, en el asiento de acompañante. Saludamos simpáticamente y Alejandro dijo algo como “por fin conozco a la famosa Pilar” y es que la quiero tanto que paso horas hablando de ella. Llegamos a un bar del barrio San Telmo y nos sentamos en una pequeña mesa. Comencé a sentirme discriminada, era un bombardeo de incómodos sentimientos: Alejandro y Pilar hablaban de fútbol (siendo Pilar gran admiradora de los deportes). Estaban contentos y yo no podía seguirles el hilo: no me gusta el fútbol, no entiendo nada de fútbol… ¡hablemos de películas! ¡Hablemos de libros! ¡Hablemos del periodismo intransigente de los años cincuenta antes de Cristo, pero no hablemos de fútbol!
Había llegado el mozo, tuvieron que interrumpir la charla. No importó, seguí sintiéndome discriminada. Alejandro y Pilar pidieron una cerveza cada uno y yo una gaseosa light… ¡no tomo alcohol! ¿Qué voy a hacer? ¿Emborracharme sin ningún sentido? No, gaseosa light.
Mientras mi mejor amiga y el amor de mi vida hablaban entretenidamente acerca de las propiedades de la cerveza negra, de la cual era devoto Alejandro, yo me di cuenta de que aquello no se asemejaba en nada con mi sueño. Estaba fracasando, tenía que hacer algo: por lo menos verificar si estaba preocupado por mi comportamiento bulímico. Llegó la moza y trajo las cervezas, Alejandro dijo que tenía hambre, Pilar asintió. Yo no dije nada. Me preguntó entonces: ¿vos querés pizza? Dije que no (es decir: ¡¡¡sí!!! ¡me estoy muriendo de hambre pero me voy a morir flaca como un escuerzo porque no te interesa nada de mí!). Comieron, charlando y tomaron cerveza como si yo no existiera. Alejandro se levantó para ir al baño y me quedé sola con Pilar.
- Cie ¿querés que me vaya?
- No, ¿por qué?
- Para que puedan hablar solos, estamos hablando todo nosotros
- No, ni te preocupes. Si querés irte, andá y después nos encontramos en tu casa
- ¿No te vas a ir con él?
- ¡No! Me voy con vos, quedate.

Sí quería que Pilar se fuera, pero me sentía tan devastada que sabía que no iba a poder sobrellevar esa noche en soledad, le rogué que se quedara y lo hizo. Pilar, ¡cómo te quiero!
Cuando volvió Alejandro, fue el turno de Pilar de ir al baño. Nos quedamos solos.
- ¿Cómo estás vos?
- Bien, ¿por qué?
- Sabés a qué me refiero… ¿cómo estás de tu problemita mental?
- No es un problemita mental. Es una elección.
- ¿Elegís morirte de hambre?
- No, elijo vomitar lo que no me hace bien
- No te voy a persuadir, sos lo suficientemente grande para saber lo que está bien y lo que está mal. Hacé lo que quieras.
- Por supuesto.
- Hacé lo que quieras, como siempre.
- Claro.
Antes de terminar aquel “claro”, Pilar ya estaba sentada a la mesa con nosotros nuevamente. Misión inconclusa: en mi sueño Alejandro me decía “estás mucho más delgada”. En la realidad no me había dicho absolutamente nada (y el jean me quedaba dos talles más grande). Obviamente, no estaba lo suficientemente flaca.
Sonó su teléfono, atendió y mantuvo una conversación bastante imprudente al lado mío: obviamente hablaba con Romina, su concubina, donde le explicaba que estaba demorado y que no iba a ir a comer. Le dijo que estaba conmigo. ¡Le dijo que estaba conmigo!
“Es mi esposa, me pregunta por qué no voy a comer”- le explicó a Pilar (que sabía toda la historia de antemano por haberla escuchado de mí más de mil veces). Ella fingió desconocimiento total y allí comenzó el holocausto en mis venas: Alejandro hablaba de Ulises. Contaba que lo iba a buscar al jardín de infantes y que el bebé pensaba que él era su padre.
“No sabés lo que dulce que es… y lo que me cuesta explicarle que no soy su padre. Pero claro, es lógico, el pendejo no debe entender absolutamente nada”- dijo. “Y no… no es normal lo que estás haciendo”- pensé yo. Y lo pensé en voz alta porque Alejandro me fulminó con la mirada.
Decidí que no podía arruinar más aquella velada así que me levanté, lo saludé cordialmente y con Pilar tomamos un taxi. “Cuidate de tu problemita mental”- fue lo último que me dijo y en mí un eco de odio se repitió hasta que pude dormirme aquella noche.
En el taxi camino a la casa de Pilar en Caballito, lloré desconsoladamente. Quería llegar, quería dormir, necesitaba morirme o dormir para siempre. Pilar estaba desconsolada y no sabía qué hacer, me decía que Alejandro le había parecido simpático pero que no demostraba mucho interés en mí (obviamente Pilar no sabía absolutamente nada de mi período de bulimia).
Nos paró la policía, es decir, la policía paró el taxi. Yo no podía contener mis lágrimas y la noche no podía terminar peor. El policía obligó al taxista a bajar del auto y me pidió lo mismo a continuación. Me preguntó si me había hecho algo y le dije que no mientras me enjugaba las lágrimas de odio y humillación.
“Problemita mental” repetía todo dentro de mí y me obligaba a seguir llorando. Pilar le explicó al policía, que no me creía, que estaba llorando porque había reprobado un examen en la universidad. El taxista dijo que nos habíamos subido en nueve de julio e independencia y que yo ya estaba llorando en aquel entonces. Por primera vez deseé que mis lágrimas se trataran de eso: de un examen mal dado, aunque era imposible que aquello sucediera. El policía nos pidió los documentos y después de anotar no sé qué cosa en su cuaderno, seguimos viaje. “No sé por qué lloras –dijo el taxista- pero no vale la pena. Solo la muerte es irreparable”. Lo que el taxista no sabía era que mi muerte estaba más cerca de lo que podría haber imaginado cualquiera. Más cerca de lo que podría haber deseado jamás.